Tuesday, September 21, 2004

Los primeros pasos del Rock Chileno

Se Oyen Los Pasos (titulo basado en “We can hear the steps”, canción perteneciente a la banda Los Vidrios Quebrados) es el flamante libro del escritor y músico chileno Gonzalo Planet, quien documenta la sabrosa historia de los primeros años del rock chileno en un período que comprende desde 1964 hasta 1973.
Una de las grandes virtudes de Planet es la eficaz manera de entregar la visión o postura ideológica que tuvieron las bandas de aquel entonces. De cómo la ultra conservadora sociedad chilena, la falta de recursos tecnológicos y la posterior dictadura militar fueron elementos decisivos para marcar hasta estos días el desarrollo y evolución del rock chileno.

Los inicios de la década de los 60’s estuvieron dominados por La Nueva Ola, un inofensivo destilado rockero en el que los artistas interpretaban versiones de éxitos probados en los Estados Unidos, logrando impresionantes cifras de ventas. Fue tal el suceso de esta Nueva Ola que logró opacar sin problemas a una banda que cambiaría el mundo para siempre como The Beatles.
En este panorama de desinformación absoluta, el prototipo de chico rockero estaba conformado por jóvenes de clase acomodada que tenían acceso a viajar a Europa y Norteamérica y podían traer instrumentos, amplificadores, efectos y discos que en aquel entonces eran imposibles de hallar en el país. En este marco aparecieron las primeras bandas locales, siendo la gran mayoría de ellas ideológicamente inofensivas. La indiferencia de esas bandas ante un periodo de cambios perjudicó su exposición pero marcó también una constante histórica en el desarrollo del rock local: la falta de credibilidad. De aquí se puede intuir el suceso social que tuvo una banda como Los Prisioneros casi dos décadas mas tarde.

Al poco tiempo y durante el gobierno del presidente Salvador Allende se agudizó la polarización política y social, donde los rockeros no pudieron encajar en ninguno de los dos bandos. La izquierda los acusaba de seguir las tendencias imperialistas por el hecho de cantar en inglés, tocar guitarras eléctricas y emular a las bandas angloparlantes. Por otro lado, la derecha los trataba de drogadictos y degenerados por usar el pelo largo. Así y todo, los músicos se las arreglaron como pudieron para editar discos hasta que llegó el nefasto 11 de Septiembre de 1973, día en que los militares tomaron el poder.
Resulta escalofriante el capítulo dedicado al pronunciamiento militar y comprobar como gran parte del patrimonio musical chileno fue incinerado o tirado a la basura. El aparato represivo terminó por surtir efecto rápidamente y así se produjo un cortocircuito estético e informativo que mermó toda posibilidad de desarrollo artístico y discográfico para las bandas. Muchas optaron por emprender retirada y las menos continuaron su trabajo en medio de la absoluta clandestinidad o emigraron a otros países como en el caso de Los Jaivas, quienes luego de un fructífero período en Argentina emprendieron rumbo a Francia.

Se Oyen los Pasos está lleno de sabrosas anécdota e historias relatadas por los protagonistas de aquellos años. Una completísima discografía está disponible en uno de los apéndices del libro y no es descabellado pensar que este libro pueda ser el documento definitivo de los primeros días del rock chileno. El texo dedica capítulos especiales a todas las bandas que tuvieron algo importante que decir en aquellos días, desde sus curiosos orígenes hasta sus abruptos finales, casi todos truncados por una serie de fenómenos sociales que terminaron por aturdir a varias generaciones de jóvenes chilenos.

Se oyen los pasos puede ser conseguido a través de:

seoyenlospasos@yahoo.com

matorral_@hotmail.com

Iván Daguer

Thursday, September 16, 2004

Back to Perú: Arqueología del rock incaico


Traffic Sound


A principios de los años 60s se propaga en Perú una oleada del rock traducido de Los Teen Tops y productos de la categoría del Club del Clan, que venían a reemplazar en el mercado local a los primeros representantes del rock anglosajón. Como era lógico esperar, comienzan a proliferar los personajes surgidos del propio suelo peruano englobados en lo que se denominará Nueva Ola Peruana, con apariciones en los medios de difusión de varias agrupaciones llamadas Clanes: El clan del 4, Ritmo en el 4, El clan del Twist, etc, etc. Más propios del entretenimiento familiar que de cualquier gesto de rebeldía juvenil, estos productos, difundidos en las radios y la televisión, van a ser pronto superados por la avalancha beat que se produce con la difusión en Perú de la música de The Beatles. La influencia de los británicos en las generaciones más jóvenes tiene como efecto la proliferación de innumerables bandas entre 1965 y 1970. Al detectar la nueva veta, los programas de radio y televisión se vuelcan parcialmente a estas vertientes. Aparecen además numerosos fanzines y revistas dedicadas al tema. La gran expansión de bandas que cantan en castellano ocurre en Perú en forma similar a lo que sucede en toda Latinoamérica. Pero en 1968 una muy particular dictadura militar asume el poder en Perú. Mientras el resto de los gobiernos autoritarios latinoamericanos trabajan para el patrón del norte, la de Perú nacionaliza las riquezas e inicia un proceso de reforma agraria con distribución de las tierras entre el campesinado. El gobierno de Velasco Alvarado, de tendencia nacionalista, no está satisfecho con la difusión que está logrando la música juvenil. Considera al rock un producto del imperialismo anglosajón e impide su difusión radiotelevisiva, además de prohibir la importación de discos. Los programas de rock desaparecen sin que se confiesen públicamente los verdaderos motivos. El efecto es que en lugar de impedirse el surgimiento de la música de rock se traslada el predominio sobre estas vertientes a las clases más pudientes, con mayores posibilidades de conocer estos movimientos y comprar discos en el extranjero. Probablemente esto tenga que ver con que en los 70s muchas de las bandas se vuelcan a cantar en inglés. Algunos programas lograron eludir los impedimentos oficiales. Gerardo Manuel Rojas, el cantante de los Shains, condujo un programa radial de rock desde una radio del recoleto barrio de Miraflores mientras la mayor parte de las radios y la televisión difundían a la música tropical y a los cantantes melódicos.

En el 2002 el sello Vampi Soul edita una recopilación llamada Back to Peru. The Most Complete Compilation of Peruvian Underground, 1964 - 1974, en la que aparecen bandas del beat, la psicodelia y la progresiva peruana de finales de los 60s e inicios de los 70s. la selección corre a cargo del peruano Paul Hurtado de Mendoza. Magnífica oportunidad para conocer agrupaciones instrumentales como Golden Stars o Los Termits, cuyo material no es nada sencillo ubicar, escuchar a New Juggler Sound, quienes posteriormente cambiarán su nombre a Laghonia, o a Telegraph Avenue, parte de cuyos miembros posteriormente integrarían Tarkus. Aparecen también clásicos como Pax, Traffic Sound, El Opio o El Polen. Un total de 22 temas, muchos de ellos documentos incunables presentados en formato digipack. Las ausencias de bandas como Los Saicos, Los Shain’s ó Tarkus se lamentan, pero siempre las recopilaciones pueden ser reprochadas como incompletas. El único comentario crítico es sobre la nula información que se aporta sobre las bandas, elemento que considero necesario debido al pobre conocimiento que existe sobre esta escena. Sin intentar suplir esta falencia, repasemos algunas características de lo aquí presentado:

1. Termits: "Bailemos". Banda instrumental de bailes de la que se recuerda solo la grabación de un disco simple.
2. Los Yorks: "Abrazame Baby" Junto a Los Jaguares, Los Doltons, Los Silvertons y los instrumentales Los Belking's conformaron una camada que logró gran inserción en la juventud. Editaron dos LPs con covers cantados en castellano, abarcando desde el beat y la psicodelia más cándida hasta en un clima muy de garage con sonoridades más aventuardas.
3. Golden Star: "Tema de Los Golden Stars". Otra banda instrumental conocida antes como Los Golden Boys. Oscilaban entre el pop psicodélico y el muzak.
4. Texao: "Stone". Un agrupación sobre la que escasea información, inclinada al hard psych con toques latinos cantado en inglés.
5. Los Mutables: "Pasos en la Luna”. Se trata de otra poco conocida banda de pop psicodélico.
6. Los Holys: "Holys Psicodélicos" Una más de las bandas instrumentales en la onda de The Shadows, con un puñado de singles y un LP. Pertenecían a la Nueva Ola y son recordados por su versión del “El Gran Chaparral”.
7. Los 007: "No Te Puedo Encontrar”. Psicodelia cantada en castellano en tono de balada cadenciosa. No confundir con la banda venezolana de la misma época y nombre.
8. Pina y Sus Estrellas: "Los Extraños". Otra banda muy poco conocida, que hacía un pop a la vez displicente y multicolor con percusiones afroamericanas, cantado en castellano. Casi una delicia bizarra.
9. Hot Butter's Sound: "Pa-Pa-Pa". Psicodelia pesada de órgano y guitarras con fuzz, cantaban en inglés.
10. Ringers: "You Gotta try". Uno de los secretos mejor guardados de la etapa precoz del rock peruano. Con notorios acercamientos a los Rolling Stones y a los Kinks. Cuando logran sacar un LP en 1970, el momento ya había pasado.
11. New Juggler Sound: "Glue". Uno de los puntos más altos de la recopilación, en manos de los futuros miembros de Laghonia. Psicodelia dura de guitarras, rebozante de riffs y distorsiones.
12. Smog: "Wicked Man". En la misma tónica de los anteriores. Hard Psych de garage con predominio de guitarras entre las que se cuela un órgano.
13. Los Comandos: “Eleva Tu Mente” Una más entre las decenas de bandas que llegaron a grabar. Sobre ellos existe casi nula información disponible. Rock duro matizado con ritmos latinos
14. Laghonia: "World Full of Nuts". Perteneciente a las grandes ligas del rock peruano. Nacido como The New Juggler Sound a mediados de los 60s, editan algunos simples hasta que luego del cambio de algunos miembros deciden adoptar el nombre de Laghonia y tienen la posibilidad de registrar el primer álbum, llamado Glue, en 1968. Posteriormente presentan nuevos cambios y dejan transcurrir un largo período sin grabar. Recién en 1973, con cambios en la formación, graban Etcétera, segundo y último álbum bajo este nombre. A partir de ese momento serán We all together. Transitaron desde el beat clonado de bandas británicas hasta el progresivo incipiente.
15. El Polen: "Mi Cueva". El más claro representante de la fusión andina en el Perú. Como ocurre con frecuencia con estas bandas de folclore progresivo, muchos discuten su inclusión dentro del fenómeno del rock. Debutan discográficamente con la banda de música del film peruano Cholo en 1972. En 1973 publican su segundo y más reconocido álbum, Fuera de la Ciudad, una joya del género.
16. El Opio: "Una Bruna en el Cuzco". Como otras bandas de la época (Del Pueblo, Seres Van, El Polen) incorporaron elementos andinos y ritmos latinoamericanos a su música. En el caso de El Opio la combinación con elementos de música anglosajona y el canto en inglés no resultó una fórmula exitosa y su difusión fue menor, limitándose a actuaciones en pubs limeños.
17. Telegraph Avenue: "Tookie Tookie". Lograron reconocimiento del público con su álbum de 1971. Parte de sus miembros conformarían posteriormente Tarkus, la agrupación de hard rock setentero integrada por argentinos y peruanos.
18. Black Sugar: "Funky Man". El título del tema habla por sí solo. De esta banda hemos escuchado un álbum de 1970, catalogable como soul latino, en el que abundan los bronces, guitarras con wah wah y percusiones afrocubanas.
19. Zulu: "Candela”. No conozco otros trabajos de esta agrupación que, a pesar de la ausencia de vientos y a juzgar por este tema, podría compartir cómodamente un escenario con los anteriores.
20. Pax: "Exorcismo". Liderados por el guitarrista Enrique Ego Aguirre que venía de Los Shains. Como otras bandas del período, Pax abrazó el terreno del rock duro. Con influencias de bandas como Nazareth, Grand Funk, Black Sabbath y Deep Purple. Aquí podemos apreciarlos haciendo un tema de fusión a lo Billy Cobham.
21. Traffic Sound: "Meshkalina". Uno de los pesos pesados de la recopilación. Merecidamente es la banda del período con mayor reconocimiento. Cubrieron a través de sus discos un espectro que abarcaba desde el beat al progresivo, pasando por la psicodelia y la fusión latina. Un capítulo aparte en el rock peruano.
22. Los Mirlos: "Sonido Amazónico". ¿Se tratará de una broma de Paul Hurtado el incluir una banda de música tropical como cierre de la recopilación?

Back To Perú es un agradable viaje hacía la música joven de la tierra de los Incas. Seguramente solo un punto de partida para conocer la escena, pero un paso productivo para seguir revolviendo bajo los escombros sobre los que algún periodista supuestamente ilustrado pretende solo seguir bailando.

Humberto Luna

Saturday, September 11, 2004

No way con la no wave


James Chance & The Contortions


1- La no wave apenas duró un suspiro. Comenzaron a identificarla como tal a raíz de la aparición de unas cuantas bandas -Contortions, Teenage Jesus and the Jerks, DNA, Mars, Theoretical Girls, Tone Death, The Gynecologists- en el Artists Space, una galería alternativa del Soho, en Mayo de 1978. Si bien algunas, como Mars, databan de fines del ’75, hasta entonces, la escena había girado casi exclusivamente en torno a clubes como el CBGB y el Max Kansas City (con Ramones, Television, Patti Smith, Talking Heads, etc.)
Para el ´80, los grupos que dos años antes habían participado del mítico No New York, producido por Brian Eno, se hallaban en vías de extinción.
No obstante, aquellos fueron años en los que se tejieron algunas relaciones sorprendentes. La estética del do it yourself, de aparente raigambre punk, se enriqueció con actitudes que hoy no vacilaríamos en definir como arties. La experimentación reinó soberana. Se violaron los límites entre las distintas disciplinas artísticas. Las distinciones entre “high” y “low culture” perdieron su sentido. Se fundaron clubes legendarios -el Mudd Club, Studio 57- donde arte, video, música y performance convivían en interminables noches de glamour y drogas fuertes. Allí aumentaron su fama y sus cuentas bancarias Keith Haring, Julian Schnabel, Jean Michel Basquiat, Kenny Scharf: artistas plásticos que poco tiempo atrás eran visibles tan sólo a través de sus graffities en los muros del metro neoyorquino y ahora oficiaban como curadores o decoradores de esos nuevos espacios nocturnos. Directores experimentales se largaron a filmar en Super 8, legándonos sendos testimonios como Underground USA de Eric Mitchell y Blank Generation de Amos Poe. Otros -Jim Nares y Jim Jarmusch- repartieron su tiempo entre la música y el cine en grupos como Contortions y Del Byzantine. Se renovó el downtown neoyorquino con una nueva generación de músicos -Glenn Branca y Rhys Chatam entre otros- que lucían impecables credenciales de no wavers. Saltó por los aires la antinomia previa entre punk y disco music con la aparición de sellos como Ze y 99 Records. Y, efecto irónico de esa bohemia originaria, el éxito de varios de sus cultores inició el proceso de aburguesamiento de barrios como el East Village y el Soho que persiste hasta nuestros días. Para parafrasear una típica ocurrencia de Andy Warhol refiriéndose al Mudd Club, aquellos eran los tiempos en que los “errores” podían ser llamados “experimentos”. En los que el rock, por un breve instante, pareció dirigir los desvelos de cuanto artista andara suelto por ahí.

2- Un proceso complejo que merecería una descripción detallada. Pero el propósito de este artículo es menos ambicioso. Se trata apenas de suministrar una introducción general acerca de la no wave y algunas de sus consecuencias sonoras más visibles (audibles).
Para ello, es menester reparar en ciertos rasgos comunes. En principio, casi todo el mundo en la no wave provenía de algún lugar ajeno al rock: de la poesía (Lydia Lunch de Teenage Jesus, Adelei Bertei de Contortions), del film experimental (James Nare de Contortions, Arto Lindsay de DNA, Margaret Deweys de Theoretical Girls), del teatro de vanguardia (Glenn Branca de Theoretical Girls, Mark Cunnigham y China Burg de Mars, Gordon Stevenson de los Teenage, el propio Lindsay), de la escultura (Robin Crutchfield de DNA), de las artes visuales (Pat Place de Contortions, Sumner Crane y Nancy Arlen de Mars), del free jazz (James Chance) o de la composición contemporánea (Jeffrey Lohn de Theoretical Girls). Resulta lógico entonces que las capacidades instrumentales de la mayoría esquivaran el virtuosismo y, en muchos casos, se aproximaran a la ineptitud lisa y llana. El esteticismo y la pureza del sonido no se encontraban entre sus prioridades. Sí, la irreverencia y la confrontación. Sus canciones eran miniaturas sónicas repletas de acordes disonantes y agudos. Hasta tal punto que la melodía se esfumaba para dejar paso al protagonismo de las texturas.
Actitud que no carecía de antecedentes. Velvet Underground y el proto-punk de The Godz en el sello ESP a finales de los ’60 anticipaban posibilidades que la no wave desarrollaría con delectación casi enfermiza. Los experimentos de la Plastic Ono Band y del primer disco de la Nihilist Spasm Band por la misma época tendrían también su incidencia en la gente de Teenage Jesus y Mars. La explosiva mezcla de rock, funk y free jazz de un disco como el Fun House de los Stooges repercutiría en el sonido de Contortions. Y las improvisaciones tímbricas de Albert Ayler y Sonny Sharrock dejarían su legado en una banda como DNA, quizás la más extraordinaria de todo el lote.
Importa poco si los no wavers eran o no conscientes de esas influencias. A diferencia del punk previo, su desprecio por la tradición rockera era total. Su relación con los linajes musicales era tan exploratoria como la que tenían con sus instrumentos.
Entre los ritmos entrecortados de las baterías, las guitarras fracturadas, los fraseos de algún saxo, los clusters de piano y las repeticiones del órgano se adivinaba una urgencia que oficiaba casi como una parodia acelerada y furiosa del incipiente aburguesamiento del punk en la new wave. El one, two, three, four! con que Theoretical Girls iniciaba sus temas semejaba el sonido de unos Ramones que abandonaban la calle para transmutarse en dandies de galería de arte. James Chance agredía multitudes con el punk funk de Contortions en los clubes de moda para sacarlas de su marasmo y volverlas concientes del racismo inherente a su supuesta rebelión anarquista y a su desprecio por el dance. La batería de Ikue Mori constituía un metrónomo perfecto para arropar las astillas de ira que desgranaba la guitarra de Arto Lindsay en DNA. Las vocalizaciones de este último, de Lydia Lunch y de los otros convocaban alaridos y quejidos que cortejaban las innovaciones glotales de la poesía fonética dadaísta.
Una sexualidad sin finalidad aparente y el caos que surgía orgulloso de entre la confusión general los dotaba de un filo crítico indiscutible. En cada ataque instrumental parecía irles la vida, pero no tardaban mucho tiempo en trastocar todas las coordenadas, hasta que nuestros castigados oídos dejaban de identificar el sonido preciso de cada instrumento y comenzaban a regodearse en esa masa amorfa de agresividad continua. Un clásico como el “Helen Forsdale” de Mars resulta paradigmático en ese sentido.
Tal vez la característica esencial de la no wave consista en cómo a través de los medios más sencillos obtenían un grado de abstracción harto complejo. De ahí que, por un momento, el mote de minimalistas que les endilgó la crítica se mostrara acertado.

3- La cosa no podía durar y no duró. Más temprano que tarde sobrevino el olvido, mientras los sobrevivientes se reagrupaban en una segunda ola de bandas femeninas (UT, Y Pants); en proyectos de eminente vocación vanguardista (Kip Hanrahan, Glenn Branca después de Theoretical Girls y The Static, Rhys Chatham después de su breve experiencia con The Gynecologists, Tone Death y Arsenal, todos preocupados por la composición extendida para grandes ensembles); en una serie de bandas efímeras -Beirut Slump, 13.13, 8 Eyed Spy- hasta iniciar una carrera solista, como en el caso de Lydia Lunch; en la movida del dance experimental (Liquid Liquid, Konk, el Gray de Basquiat, Bush Tetras); en conjuntos eclécticos inspirados en el funk o el jazz como Defunkt y Lounge Lizards; agonizaban como entertainers de cabaret -el caso de Chance después de su disco como James White and the Blacks-; se perdían en la oscuridad –Red Transistor (con el guitarrista Rudolph Grey), Don King (originariamente un trío con Cunningham y Burg), Information, Blinding Headache, los Glorious Strangers de Warthon Thiers, los Dark Day de Robin Crutchfield y Mofungo, una banda cosmopolita que llegaría a incluir al mismísimo Elliott Sharp- o inspiraban a algunas de las estrellas nacientes de los ´80 -Swans, Pussy Galore y, fundamentalmente, John Zorn (fanático de DNA) y Sonic Youth (alumnos de Glenn Branca y participantes en algunas de sus sinfonías, con un pedigree asombroso de colaboraciones con los no wavers que además de Branca incluyen a Ranaldo tocando con Chatham y a Gordon en trío con Christine Hahn de The Static y Miranda de Arsenal)-.
Recién promediando los ’90 le llegó a la no wave una tibia reinvindicación, con combos como Crouch en Detroit y Harry Pussy en Miami. Hasta el día de hoy, cuando casi todo el mundo parece deberle algo: Black Dice y Animal Collective en New York, Flying Luttenbachers y US Maple en Chicago, Erase Errata, The Liars y Yeah Yeah Yeahs, Scissor Girls y Arab on Radar. Mars y DNA disfrutan de recientes y definitivas reediciones. El sello ZE Records vuelve a la carga mientras desempolva sus discos clásicos y sus compilaciones esenciales. Se redescubre a compañeros de ruta como Arthur Russell. Contortions revive en el punk funk de !!! y The Rapture. El post punk británico se cruza con la no wave para generar los sonidos del presente. Y así hasta el infinito. Pero hoy no es ayer. Y ese momento mágico entre el ’78 y el ’80, por más productivo que sea su legado, no volverá a repetirse jamás. Ningún sendero de la historia puede recorrerse dos veces. Aunque cada tanto, los muertos salgan de su aislamiento y eso que parecía unos funerales sin honra termine convertido en acuciante actualidad. ¿Será que nuestro tiempo comparte algunas características preocupantes con el que atestiguó el despertar de la negatividad a ultranza de la no wave?

Norberto Cambiasso