Monday, February 13, 2006

En los extramuros del underground (parte 2)

Disidencia
Pero retrocedamos en el tiempo. Digamos que desde hace 18 años se ha ido tejiendo realmente una historia al margen. Si bien el interés por la experimentación no había estado ausente durante años anteriores, estos aislados intentos se habían circunscrito básicamente a ámbitos académicos o de jazz.

Una historia menos conocida aún. Para dar algunas pistas, habría que destacar los experimentos electrónicos y electroacústicos de Edgar Valcarcel, donde destaca Invención (1966) para cinta magnética, grabado en la Universidad de Columbia, durante su estadía como becario. Así como al visionario César Bolaños, quien tras estudiar en el Instituto Di Tella en Argentina, presentó en Buenos Aires, en 1967, Alfa y Omega, basado en textos bíblicos, pieza que incluía un coro mixto, sonidos electrónicos, guitarra eléctrica, bailarines y proyecciones de diapositivas. También hay que nombrar el trabajo de Leopoldo La Rosa (el primero en introducir el concepto de música aleatoria en nuestro país), Alejandro Núñez Allauca, Enrique Pinilla, Olga Possi Escot y Seiji Asato ya entrado los 70s. Después está el trabajo de Manongo Mujica, quien había estudiado percusión en Viena, a su regreso, a fines de los 70s, se encargaría de la realización de un ciclo de exploraciones musicales en el auditorio de Miraflores. Ya en los ochentas editaría Nocturnos (1981), junto a Arturo Ruiz Del Pozo y Omar Aramayo, seguido de Paisajes sonoros (1983) junto a Douglas Tarnawieski y el apoyo del legendario percusionista Chocolate Algendones y de Arturo Ruiz. También hay que señalar el trabajo de este último, quien tras estudiar composición en Londres realiza también algunas piezas electrónicas para luego decantarse por la New Age (es precursor de la electrónica andina). Tanto Ruiz Del Pozo como Mujica hicieron también música para películas.

Puede decirse que recién en la ebullición de lo que se conoció como “movida subterránea”, durante los 80s, es que germinaron experimentos musicales que poco tenían que ver con discursos de escuelas y mas bien con una perspectiva de "no músico". La experimentación sale a la calle, a la vida cotidiana. De otro lado, la experimentación (el uso de recursos electrónicos) como propuesta que encontraba puntos de contacto con la música pop y la cultura de masas tiene también aquí un punto de partida.

Algunos antecedentes de lo que podríamos llamar rock de avanzada en nuestro país pueden encontrarse en Los Saicos (1964) con su furioso y salvaje protopunk, Los Holys (1968) con una producción que incluía sonidos inverosímiles de reverberaciones interactuando magistralmente con sus guitarras llenas de surf y psicodelia y El Álamo (1971) con sus espaciales incursiones de sintetizadores moog apoyando el denso sonido psicodélico que más se les recuerda.

Habría que ponernos un poco en contexto. Si algunos aspectos definieron la década de los 80s estos fueron, por una parte, la inseguridad reinante debido a la violencia terrorista y la crisis económica que durante el último lustro ocasionó la inflación más grande que ha soportado el Perú, de ahí también las condiciones de precariedad en las que se tejió la escena más under. Y por otro, en el plano musical, una agitada discusión respecto a la validez y autenticidad de las prácticas musicales emergentes como el punk en un contexto de ideologías, a veces recalcitrantes, y mucha militancia estudiantil. Algunos reportajes de la época muestran a los "subtes" como vándalos y casi delincuentes. Ante ese “achoramiento” (palabra que se asocia al discurso callejero) el diagnóstico de algunos especialistas es positivo: "están pugnando por un cambio" sostienen muchos. Y es que el surgimiento de una renovadora movida subterránea de punk apareció como síntoma de un sentimiento de inconformidad y desencanto por parte de un nutrido sector de la población juvenil, reflejo fiel de esa violencia que los rodeaba y, como había ocurrido con sus referentes foráneos, como canal de protesta para esta turba de adolescentes con más ímpetu que destreza musical y por supuesto como ruptura de lo que hasta entonces se entendía como rock en nuestro país: contrario a lo que hacían muchos grupos, se canta ahora en castellano, se legitima el fanzine, se impone la maqueta como testimonio sonoro, y por ende la grabación casera y la filosofía del hazlo tú mismo. De esa época hay que destacar el trabajo de Narcosis, Delirios Krónikos, Autopsia, Feudales/Paisaje electrónico (inusual proyecto de orientación post punk donde militara el Narcosis "K-chorro" Vial, que incluía bases programadas de un casiotone), los primeros Leuzemia y Flema (con Iván Zurriburri tocando la guitarra más disonante de toda la movida), posteriormente aparecerían Masoko Tanga, Eutanasia, Yndeseables, Voz Propia, María Teta, Eructo Maldonado y Salón Dada. Una historia que ya habrá tiempo de contar en largo (el documental Grito Subte dirigido por Julio Montero, de Delirios Krónikos, recientemente reeditado en DVD, permite dar una mirada a este período). Importa más lo que ocurrió terminando la década. La resaca de una época difícil terminó por extinguir al movimiento subte. El cansancio por tanta actividad sumado a una generación que empieza a hastiar(se) de sus propias consignas se hace bastante evidente.
Lo que vino después fue una etapa de desconexión y aislamiento pero también de apertura. La idea de movida se disolvía en guetos y pequeñas tribus que iban radicalizando propuestas. De pronto la bombarda anarquista fue dejando paso al repliegue. La historia rockera siguió su rumbo, algunos saltaron hacia terrenos más pop, otros mantuvieron fielmente la consigna punk radicalizándose en guetos anarcos. Hasta mitad de los 90s, en que el rock surgido en las canteras underground se revitalizó con la reunión de Leuzemia y la organización de festivales que dieron a conocer nóveles y longevas bandas a las nuevas generaciones, en un intento por reproducir viejas épocas. Pero esa ya es otra historia.
Poco visible y ocasionalmente más interesante, hubo una línea oscura de propuestas que empiezan a distanciarse de los códigos subtes, abriendo su sonido por caminos no usuales en la escena. Al hablar de esta época bisagra Daniel F, líder de Leuzemia, dijo alguna vez: “la temática se diversifica totalmente, se libera, y hasta los grupos punk empiezan a cantar canciones de amor. Ya no estábamos aprisionados en un sólo formato, como que todo había estallado. Los noventas fueron eso: años en que se desataron un montón de cosas”.

Algunos grupos, sin embargo, marcaron un antecedente en los 80s. Recuérdese que si bien renovadores, la consigna sonora local en la movida estaba fuertemente asociada al punk y sólo en muchísimo menor medida a las vertientes del post punk. En ese sentido uno de los primeros grupos en marcar una distancia radical respecto a sus pares (además del ya citado Feudales) fue Disidentes. Sus performances incluían percusiones metálicas a veces procesadas con pedales, cajas de ritmos, teclados, voces pasadas por megáfonos y, eventualmente, sonidos sampleados, cintas y proyecciones de diapositivas. Corría el año 87. Más adelante se transformarían en lo que debe ser la primera banda estrictamente tecno-industrial surgida en nuestro país: T de cobre, compartirían cartel con Círculo Interior, Nosotros No, Reacción, Cuerpos Del Deseo y Ensamble -quienes venían tocando desde el 86- en un concierto inaugural llamado Síntomas de Techno (1988).
El mismo año de la irrupción de Disidentes aparecería Salón Dada, también orientados al post punk /dark, previo a lo que dos años después serían unos fascinantes Col Corazón. Estos últimos se distinguían por el uso de cellos, guitarras distorsionadas y las abstracciones vocales de su esmerada cantante Támira Basallo. Grabaron cuatro temas en un demo que jamás vio la luz. Por esas mismas fechas Cocó Revilla (miembro de la formación inicial de Salón Dada) iniciaría sus intervenciones performáticas y realizaría algunas presentaciones en la recordada No Helden del centro de Lima. Tiempo después Revilla junto a Mario Mendoza, antiguo bajista de Eutanasia, formarían Silvania, banda shoegazing (posteriormente ambient) Ambos instalados en Europa harían crecer la historia de Silvania muy alto.
Junto a Col Corazón coincidiría alguna vez en el mismo escenario un trío que se hacía llamar En nombre de la rosa, luego cambiarían su nombre por Círculos. Su sonido se distinguía por el uso de percusiones inestables sobre superficies varias, guitarras libres, sonidos de flauta y eventuales gritos que generaban una atmósfera por momentos bucólica y en otros, abstracta y acechante.

Puro ruido
Paralelo a esto se conformó un flanco más ruidosamente radical. Y si en las calles de la avenida Colmena encontrabas cassettes piratas de rock ibérico, new wave, techno y punk, también circulaban, con un culto innegable, cintas de Napalm Death, 7 Minutes of Nausea y Carcass. De ahí el surgimiento de una diminuta pero bastante cohesionada escena grind noise. De aquí debe rescatarse el trabajo de unos formidables Atrofia Cerebral, con sus disonantes explosiones de ruido de bajo y batería, tan breves como mesmerizantes. Corría el año '89. Un año después aparecerían otros kamikazes grind que se hacían llamar Audición Irritable, así como los fanzines Bulla Extrema y Ruido Mundial que permitirían dar a conocer los pormenores de esta escena y del acontecer internacional del circuito grind noise industrial, rótulo usado para definir todo lo que se amoldaba a sus códigos de velocidad y ruido (en el 2003 se publicó Batahola, un compilatorio de grind noise que compila a Audición Irritable, Estallido, Mierda Humana, Insensibilidad Enérgica y Esperpento, con temas de la época, y composiciones actuales, estas últimas lamentablemente no pasan el examen) Pero la sorpresa y el quiebre vendría iniciando la década. En marzo de 1991 el conocido caricaturista Álvaro Portales pondría en marcha el proyecto Distorsión Desequilibrada, cuyo Ataque sensorial auditivo se convertiría en el primer trabajo estrictamente noise publicado en nuestro país. Portales editaría 5 demos en total, de los cuales Fusión (1993) mostraría recién sus dotes como generador de maquinales masas de ruido, saturaciones de sonidos de fuentes no reconocibles y guitarras convertidas en estática. Lo-Fi de alto voltaje sin concesiones que cabalgaba a la par de un encendido discurso anárquico, legitimando el caos y la destrucción como respuesta, como prueba de una existencia. En Distorsión Desequilibrada también participaría Edgar Umeres, quien luego formaría un proyecto de similares características llamado Glaucoma.
Por otro lado, el guitarrista Óscar Reátegui se integraría a Atrofia Cerebral y TSM para luego seguir su trayectoria con el grupo Dios Hastío, con el que buscaría enlazar las sonoridades iniciadas con Sangama (1994), un proyecto donde Reátegui abriría su espectro a la creación de rugosos paisajes, misteriosos soundscapes prolijos en acoples, disonancias y percusiones tribales.

Psicodelia, ahí viene
De estos primeros años noventeros también datan los inicios de Hipnoascención (1993) (antes Katarsis) y de Atmósfera (quienes luego se sumarían a los primeros) La consigna sonora estaba adscrita a la neopsicodelia de Manchester, Spacemen 3 y asociados, y también al sonido garage. Hipnoascención luego inyectaría a su propuesta altas dosis de psicodelia alemana y es allí que definirían finalmente su sonido, que lograría generar gran admiración e influencia gracias a sus pulcras presentaciones. Recién en el año '99 publicarían su primer trabajo. Recientemente han editado un nuevo disco.

Continuará
Luis Alvarado

1 comment:

Anonymous said...

Took me time to read the whole article, the article is great but the comments bring more brainstorm ideas, thanks.

- Johnson