Monday, October 02, 2006

Blank Tapes Full of Music II


Otra tanda de grabaciones de nuestro prolífico Alan Courtis.

Strountes: Strountes. Slottet- SLM2, 2006 (CD)
Strountes es un trío conformado por la cantante sueca Maria Eriksson, su compatriota, el saxofonista Mats Gustafsson y el argentino Alan Courtis. ¿Avant-folk? Algo así. Mientras Ericsson entona una melodía con gracia digna de mejor suerte, los otros dos se empeñan en destrozarla por todos los procedimientos concebibles: técnicas extendidas en saxos y guitarra, feedback, distorsión, micrófonos de contacto, electrónica en tiempo real, procesamientos, armonías y escalas atípicas. A veces Maria resiste el juego, impertérrita con su guitarra acústica (“I Turn in the Room Sleepless”). Otras, se suma gustosa, como en el curioso intercambio ascendente de voz y saxo “You also I”. Cualquier atisbo de romanticismo se apaga ineluctablemente cuando la propia Maria declara que odia estar enamorada (“I Hate Being in Love”) bajo una cortina de ruido que parece extraída del Rampotanza Grodo Rempelente de los mismísimos Reynols. El disco evoluciona hacia una abstracción cada vez mayor, cosa que, irónicamente, ayuda al mejor entendimiento entre los tres.

Alna Courtis: Noislovelive. Xerxes, 2006 (CD)
Tomas en vivo de un Courtis bien noise en su paso por tres ciudades europeas: Helsinki, Turku y Antwerpen. La breve muestra extraída de esta locación belga tal vez sea lo más harsh que Courtis haya producido en años. Lo de Helsinki no deja de ser intempestivo, con cierta delectación por los contrastes marcados. En Turku, en cambio, el sonido evoluciona sin prisa, en un tapiz de texturas sónicas que, por momentos, hasta insinúa cierta cualidad ambiental. Sale por el sello Xerxes de Yasutoshi “Government Alpha” Yoshida

Courtis: Live in Fukuoka. Scrotum Records, 2005 (CD)
Resultado en formato digital de la gira de Courtis por Japón a comienzos de 2005. Un solo track de 38 minutos que progresa muy gradualmente en planos bien reconocibles. Lo que comienza como un drone de inusitada densidad da paso a una serie de sonidos percusivos que se transforman, a su vez, en otro drone cuya delgadez contrasta con el anterior. Los contrastes entre las partes son tan específicos como naturales las transiciones entre una y otra. Un plan de desarrollo tan bien ejecutado que sorprende, máxime si tenemos en cuenta que se trata de una improvisación. Como si Alan adaptara al noise una peculiar combinación de principios minimalistas: los procesos graduales de Steve Reich y los efectos paramétricos de Terry Riley. El sonido, por supuesto, nada tiene que ver con ninguno de los dos. La relación es más bien estructural, ligada a la concepción y el progreso de la ejecución. Ni tampoco podemos aseverar de este disco ninguna cualidad que lo asocie al minimalismo de estricta observancia. Pero esa parece ser una de las capacidades de Courtis: reapropiarse de ciertas intuiciones del arte y la música contemporáneos para aplicarlas a un ámbito mucho más democrático y, por ese mismo gesto, volverlas contra las propias instituciones que las acogieron en primera instancia.

Courtis- Kiritchenko- Moglass: Courtis/ Kiritchenko/ Moglass. Carbon records, CR122, 2006 (CD)
En realidad, una coproducción entre los siguientes sellos: Carbon Records, Gold Soundz, Tibprod, Nexsound y 1000+1 TiLt. Anla Courtis es aquí el centro de la grabación, en la medida en que provee de fuentes sonoras para que sean trabajadas por Kiritchenko y Moglass y, a su vez, reelabora en los últimos cinco tracks del disco otras provistas por el experimentalista electrónico de Kharkov y por el grupo ucraniano.
Las tres contribuciones de Kiritchenko procesan grabaciones de campo, ruidos, y fragmentos de guitarra y bandurria, generando una polifonía de sonidos subliminales que delatan cierta urgencia. Texturas densas pero espaciosas, cambiantes y dinámicas, aunque un tanto glaciales. Lo de Moglass es mucho más ambiental. Los sonidos aparecen como más reconocibles a través de la voz, la guitarra y los sintetizadores, en un estado mayor de pureza. Permanecen como suspendidos en el cuarto tema pero evolucionan en los otros dos hacia una suerte de psicodelia con abundantes dosis de eco.
Lo de Courtis en los últimos cinco tracks es inusualmente expansivo, un arco iris de gravedad pleno de sonidos sutiles y orquestaciones peculiares. Otra revisión de esa particularísima revisión de psicodelia y electrónica que se insinuaba también en algunos discos de Reynols.

Anla Courtis: Tape Works. Pogus, P21040-2, 2006 (CD)
Con su habitual modestia, Alan define a este disco como “mi intento fracasado por dedicarme a la música electroacústica”. Fracaso bienvenido en tanto que Courtis nunca formará parte del canon académico. Y relativo si consideramos que el álbum sale por el notable sello Pogus, que cuenta en su catálogo con otros mavericks excéntricos como Jorge Antunes, Kenneth Gaburo y el pionero sueco Rune Lindblad.
Su medio es el grabador de cinta. Y el Uher que ilustra la cubierta da un toque de encantadora vetustez a todo el asunto. Esa era la marca con la que Steve Reich se dirigió hacia Union Square a grabar las arengas apocalípticas del predicador negro Brother Walker, esas que constituirían la base de It’s Gonna Rain, el exitoso comienzo de su carrera como compositor. 1995 no es 1965 y Buenos Aires no es Nueva York. Pero es durante los noventas que encontramos a Courtis, aislado en algún lugar de nuestra gran ciudad, en un viaje de descubrimiento e iniciación con escasa tecnología e ideas abundantes.
El equipo se reduce al mencionado Uher, una Tascam, ecualizador, micromoog y algún que otro pedal de distorsión. Las fuentes sonoras convocan esa combinatoria de actitudes lúdicas y asombro primordial a la que Reynols nos ha acostumbrado: el chirrido de la puerta de la cocina, sonidos acuáticos, un plug y un loop de la guitarra, un sintetizador prestado. Destaca un imperdible comercial, perdido en algún olvidado momento de los setenta y encontrado en un tacho de basura, que reza: “joggins, enteritos, batitas, pijamas, bombachitas, remeras/ Changuito te viste desde que abrís los ojitos”, y se reelabora aquí a través de una repetición de voces con reverb y delay (“Respiré un cordero”)
Cuando Alan utiliza los sonidos de algún medio eléctrico o electrónico, lo hace en un sentido totalmente distinto a esa estética del fracaso tan en boga en estos días, hija dilecta de la fascinación digital. La construcción de una pieza sobre el sonido del plug de un cable de guitarra (“Studio for Wire Plugs”) remite a esas vibraciones del éter que inspiraron a Takehisha Kosugi en su exploración del efecto heterodino -la creación de una tercera onda a partir del choque de otras dos-, un principio que proviene de la radio y no de la laptop. Y usa un pedal de distorsión para procesar el sonido del agua y no para elevarlo a una improbable autosuficiencia como música en sí mismo. Para él, a diferencia de Sachiko M, Toshimaru Nakamura y tantos otros, definitivamente el mensaje no es el medio. Y en sus tracks más extensos (“Asma de Tía de Alga”, “Reducido a Hemorragia de Merluzas” y “Encías de Viento”) los sonidos procesados detentan una expansión gradual que permite al oído reconstruir el proceso de su composición.
Los adalides de la electroacústica se espantarán ante la pobreza tecnológica y la sencillez de procedimientos que transmiten estos ocho temas. Pero la voluntad de Courtis es por una música pública, alejada de los fastidiosos vericuetos de la partitura y en favor de estructuras bien audibles. Y su apuesta es por un entorno físico y corporal que lo ubica en las antípodas de esa abstracción perniciosa del serialismo modernista de la primera mitad del siglo XX, abstracción que todavía hoy nubla las mentes de tantos académicos.