El comienzo es pura nouvelle
musique, de Univers Zero a Louise Avenue, aunque de una levedad menos siniestra
que la de sus pares belgas. O, si se quiere, urgencia minimalista a la Louis
Andriessen de la época de Hoketus y Workers Union. Pero no. El tema es “Zoroastro”
y la banda, un sexteto reciente conformado por cuatro argentinos con un
flautista peruano y un bajista colombiano que oficia, a su vez, de líder y
compositor de los ocho tracks que componen Estrangulado
el mundo, álbum debut de Sales de baño: una extraordinaria proposición
sonora salida de las aulas de la carrera de Jazz del Conservatorio Superior de
Música Manuel de Falla. Basta seguir las evoluciones de esa declaración
inaugural -Carlos Quebrada ensayando con el bajo eléctrico una técnica
extendida que recuerda a las del guitarrista de AMM Keith Rowe, Agustín Zuanigh
introduciendo una líneas melódicas en el fliscornio con reminiscencias del Ian
Carr del quinteto con Don Rendell, o el notable solo de guitarra de Mariano
Cepeda que parece irse desperezando a medida que avanza el tema- para
comprender que estamos en presencia de algo diferente.
Otra vez el minimalismo al
inicio de “30”, dos partes donde la segunda parece retomar a la primera con variaciones,
conducida por la extrovertida flauta de Camilo Ángeles hasta que la sustituye
el solo de trompeta de Zuanigh. ¿Los gestos del jazz bajo las apariencias
engañosas del jazz-rock, el prog o la contemporánea? Algo de eso hay en “Wildeinsamkeit”,
con esa explosión repentina de electricidad mientras la base rítmica de
Quebrada y Federico Isasti sostiene todo el asunto para que se explaye el piano
eléctrico de Andrés Marino, en una asociación ilícita que definitivamente supo
habilitar la fusión de Mahavishnu o el Tony Williams Lifetime. O la irrupción
electrónica al principio de “Los mayores ríos se deslizan bajo tierra”, en una
tensión rítmica repetitiva que contrasta con la suavidad de flautas y
trompetas.
Se trata en definitiva de
piezas orgánicas de metamorfosis múltiples, en donde los sonidos discurren sin
prisa y no renuncian ni a las mesetas ni a los riscos escarpados. El motor que
las impulsa es el de la reiteración minimalista pero su complicidad con el jazz
y, horror de los horrores, cierto gusto por la fusión setentista, les concede
una coloración abundante, hecha de marchas y contramarchas, de combinatorias
tímbricas y espacios para que los solistas se explayen sin amenazar el
discurrir del discurso musical. Un disco
que puede escucharse como una única e imponente declaración, un statement en favor de las posibilidades
ilimitadas de la buena música, sin caer jamás en las tentaciones posmodernas de
la parodia o el pastiche. ¿Debo aclarar todavía que Sales de baño es de lo
mejor que ha aparecido en los últimos años desde este olvidado lugar del mundo?
Por las dudas, dejo aquí el link de otro escriba despierto que opina algo similar.
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